sábado, 23 de agosto de 2008

IRENA SENDLER, el ángel del guetto de Varsovia

Irena Sendler,Varsovia, 15 de febrero de 1910, Varsovia, 12 de mayo de 2008), la madre de los niños del Holocausto Mientras la figura de Oscar Schindler era aclamada por el mundo gracias a Steven Spielberg, quien se inspiró en él para hacer la película que conseguiría siete premios Oscar en 1993, narrando la vida de este industrial alemán que evitó la muerte de 1,000 judíos en los campos de concentración, Irena Sendler, seguía siendo una heroína desconocida fuera de Polonia y apenas reconocida en su país por algunos historiadores, ya que los años de oscurantismo comunista habían borrado su hazaña de los libros oficiales de historia.

Además ella nunca contó a nadie nada de su vida durante aquellos años. Sin embargo, en 1999 su historia empezó a conocerse, curiosamente, gracias a un grupo de alumnos de un instituto de Kansas y a su trabajo de final de curso sobre los héroes del Holocausto. En su investigación consiguieron muy pocas referencias sobre Irena. Sólo había un dato sorprendente: había salvado la vida de 2,500 niños.

Cómo es posible que apenas hubiese información sobre una persona así? La gran sorpresa llegó cuando tras buscar el lugar de la tumba de Irena, descubrieron que no existía dicha tumba, porque ella aún vivía, …y de hecho todavía vive…

Hoy es una anciana de 97 años que reside en un asilo del centro de Varsovia, en una habitación donde nunca faltan ramos de flores y tarjetas de agradecimiento procedentes del mundo entero. Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, el cual manejaba los comedores comunitarios de la ciudad.

En 1942 los nazis crearon un ghetto en Varsovia. Irena, horrorizada por las condiciones en que se vivía allí, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos. Consiguió identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Como los alemanes invasores tenían miedo de una posible epidemia de tifus, permitían que los polacos controlaran el recinto y pronto se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera del ghetto…Pero no les podía dar garantías de éxito.

Era un momento horroroso, debía convencer a los padres de que le entregaran sus hijos, y ellos le preguntaban: "Puedes prometerme que mi niño vivirá…?" …pero qué podía alguien prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir del ghetto? Lo único cierto era que los niños morirían si permanecían en él.
Las madres y las abuelas no querían desprenderse de sus hijos y nietos. Irena las entendía perfectamente, pues ella misma era madre, y sabía perfectamente que, de todo el proceso que ella llevaba a cabo con los niños, el momento más duro era el de la separación.

Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerlas cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte. Cada vez que le ocurría algo así, luchaba con más fuerza por salvar a más niños. Comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos de allí: cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercaderías, sacos de patatas, ataúdes...en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.
Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social. Con su ayuda, elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los niños judíos.
Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz.

Por eso no le bastaba solamente mantener a esos niños con vida. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias.

Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades. Anotaba los datos en pequeños trozos de papel y los guardaba dentro de botes de conserva que luego enterraba bajo un manzano en el jardín de su vecino.

Allí aguardó, sin que nadie lo sospechase, el pasado de 2,500 niños… hasta que los nazis se marcharon.
Pero un día los nazis supieron de sus actividades.El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja de su celda, encontró una estampa ajada de Jesucristo. La conservó como el resultado de un azar milagroso en aquellos duros momentos de su vida, hasta el año 1979, en que se deshizo de élla y se la obsequió a Juan Pablo II.
Irena era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos; soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos. Le rompieron los pies y las piernas además de imponerle innumerables torturas. Sin embargo nadie pudo romper su voluntad.

Así que fue sentenciada a muerte. Una sentencia que nunca se cumplió, porque camino del lugar de la ejecución, el soldado que la llevaba, la dejó escapar. La resistencia le había sobornado porque no querían que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados, así que a partir de entonces, Irena continuó trabajando, pero con una identidad falsa.
Al finalizar la guerra, ella misma desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2,500 niños que colocó con familias adoptivas.

Los reunió con sus parientes diseminados por toda Europa, pero la mayoría había perdido a sus familiares en los campos de concentración nazis. Los niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta.
Años más tarde, su historia apareció en un periódico acompañada de fotos suyas de la época, varias personas empezaron a llamarla para decirle:

“Recuerdo tu cara …soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte…”
Su padre un médico, que falleció de tifus cuando ella era todavía pequeña, le inculcó lo siguiente:

“Ayuda siempre al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad.
Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga del corazón”
Irena Sendler lleva años encadenada a una silla de ruedas, debido a las lesiones que arrastra tras las torturas sufridas por la Gestapo.

No se considera una heroína.Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones. Siempre que se le pregunta sobre el tema, Irena dice:
"Podría haber hecho más, y este lamento me seguirá hasta el día en que yo muera."
“No se plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades.
Traten de hacer un círculo de bondades, éstas los rodearán y los harán crecer más y más”.

viernes, 15 de agosto de 2008

Asi nace un socialista.-


Este post no es una narración de carácter político sino un puño de recuerdos de aquellos hombres que hace ya mas de 50 años lucharon por la igualdad entre todos los habitantes de un país, en una época en que los grandes capitalistas y anarquistas oprimían al pueblo.
Hoy en día no han cambiado mucho los estereotipos pero por lo menos en algunos lugares del mundo hay libertad de expresión y los que luchan por una causa ya no tienen que esconderse en las montañas.

RECUERDOS DE UN PRISIONERO

Releemos un libro de Francisco Jesús, escritor revolucionario que siendo nicaragüense luchó en Venezuela toda su vida. Relata en este breve libro un incidente que quiero compartir con Uds. Dice Francisco:

"Nos agarraron en Valencia, a mi y al Chino, estábamos pintando las paredes con lápices de cebo y negro humo, formábamos parte de una protesta por el aumento de una locha en el litro de leche. Los policías municipales nos trataron bien, casi con cariño, sería porque éramos unos niños.

Cuando llegamos al calabozo nos recibieron con canciones y gritos revolucionarios, yo no conocía de nada, el Chino era el político, yo de frasquitero fui a acompañarlo, ahora estaba arrepentido, ¡dígame eso, preso yo! que soy corrido en diez mil plazas, preso por una pintá contra el aumento de la leche, qué me importa a mí la leche, ni que fuera un carajito, yo lo que tomo es cerveza, quién me manda a meterme en lo que no me importa.
En la cárcel los días pasaban monótonos: en la mañana un curso de Socialismo que dictaba un tal Nery, al medio día ejercicio, y en la noche reunión de calabozo para discutir tonterías, discusiones interminables, por cualquier palabra nos fajábamos como si de un asunto de vida o muerte se tratara. Los días pasaban. Nery hablaba de materialismo dialéctico, y yo me dormía, decía que las clases sociales son antagónicas, y para mí era una grosería nueva. Un día dijo que estábamos en una lucha armada continuidad de la de Bolívar y Zamora ¡Tonterías, pensé! No podía ser la misma porque ahora no había caballos.

Una noche tocaron ¡alerta, todos contra la pared! La guardia iba a entrar en el calabozo, fue falsa alarma, se trataba de un grupo de nuevos prisioneros. En la mañana, saludamos a los nuevos colegas: un viejo y dos muchachos, eran campesinos de Lara, parcos en el hablar, pero cordiales, su olor a humo me impresionó, era el olor de la montaña, eso lo supe después.

Me senté en el suelo a desayunar junto a ellos, hicimos una rueda, alguien se acercó y le obsequió al viejo un vaso de gaseosa. El viejo se paró y la repartió entre los cinco presos que formábamos la rueda, a cada uno nos tocó un sorbito, y al viejo el sorbito menor. Aquello me estremeció, yo que venía de un barrio donde escupíamos los raspados para que no nos pidieran, o nos comíamos las empanadas escondidos, y sacábamos los cigarros Fortuna de uno en uno para no compartir.

En la tarde se llevaron a los tres nuevos, antes de irse le pregunté al viejo por qué había repartido el refresco, él me contesto: "es muy simple, somos socialistas, y el bienestar de todos es el bienestar de cada uno".

Desde ese día me hice socialista. Con el tiempo supe que aquel viejo se llamaba Argimiro…

“SOMOS LA VIDA Y LA ALEGRÍA,
EN TREMENDA LUCHA,
CONTRA LA TRISTEZA Y LA MUERTE”
“Argimiro Gabaldón”

Para los que no conocen, Argimiro Gabaldón fue educador, periodista, deportista, alfabetizador en las zonas clandestinas, pintor y hasta locutor clandestino de su “ Radio Liberación “ y un constante luchador por las causas socialistas en territorio larense, hasta que una bala perdida le cegó la vida un Diciembre del 64. Con tan solo 45 años de edad, el “viejo” al que se refiere Francisco Jesús, terminó sus días de luchador incansable a favor de conseguir una igualdad entre el sector en donde había crecido...el campesino.
A la hora de la lucha contra el perezjimenismo, fue el primero en plantear que no se trataba sólo de cambiar al dictador por otro gobernante, sino que había que ir a la raíz de ese acontecer para que los cambios fuesen trascendentes y no formales. Fue entonces cuando comenzó a discutir la tesis de la necesidad de la lucha armada, como respuesta a un gobierno represivo y criminal.
Hoy, en estos tiempos de creación y construcción del Socialismo del Siglo XXI, del Poder Popular Revolucionario y de la lucha por la autodeterminación, la dignidad y el antiimperialismo se presenta para el Pueblo la obra pictórica del maestro y revolucionario integral Argimiro Gabaldón “El Comandante Carache” y su pensamiento convertido en poesía nos canta:

Habla tu lengua
¡La lengua del Pueblo!
Te entenderán en todas partes.
¡Claro que te entenderán los Pueblos!
Todos tenemos una misma gramática,
Se escribe con dolor, con sangre, con miseria...
Nos habla de una esperanza, de un mundo distinto.
Argimiro Gabaldón (1960)